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Nicolás Maquiavelo, un hombre poco maquiavélico.

Publicado por Sabio Martillero domingo, 29 de agosto de 2010

La verdad es que me cuesta mucho no usar una tribuna como esta para compartir algunos descubrimientos que me parecieron sorprendentes en su día, y uno de ellos es este.
Nicolás Maquiavelo (Florencia 1469-1527) fue un funcionario, diplomático y filósofo italiano que intervino en importantes tareas negociadoras en una Italia deslavazada sin nada que ver (Geográficamente) con lo que vemos hoy día.
Maquiavelo fue un hombre de una gran inteligencia y elocuencia, según manifestaron grandes mandatarios de la época, que intervino en el gran lío que era la Italia de la época en favor de César Borjia, lo que lo situó en contra del Papa Alejandro VI y, por tanto, en contra de la Iglesia. De hecho, convenció a Maximiliano I, Emperador alemán, de que no invadiera territorios italianos ni Florencia.
Dado el bando para el que trabajaba, sus libros fueron prohibidos en los países papistas.
¿Serían sus libros ... Maquiavélicos?
Bien es verdad que "El príncipe" es prácticamente un manual del buen mandatario y, por tanto, habla en un lenguaje abierto sobre decisiones y actitudes políticas, por lo que, en ocasiones, debe ir contra lo que la ética puede mandar a un ciudadano de a pie.
En ningún libro suyo se encuentra la expresión "el fin justifica los medios", y solo en unos pocos pasajes de "El príncipe" se puede interpretar eso, si bien, con el enfoque de que las consecuencias de obrar así, en esos pocos casos, conlleva a un posterior bienestar de la población y de su gobierno.
Porque, se mire como se mire, "El Príncipe" es el manual del buen gobernante en un pueblo que evoluciona gracias a ello.
En definitiva, "El Príncipe" es una de las lecturas más recomendables aun hoy día, sobre todo para aquellas personas que quieran aprender sobre dotes de mando.
Para mi gusto, este libro es comparable a "El arte de la guerra" de Sun Tzu, que se lee mucho entre los directivos asiáticos.
En algunas ediciones viene acompañado de una obra de teatro suya, "La mandrágora", que es digna de leer.